Hay que reconocer que la "ciencia del deporte" avanzó de manera descomunal, casi como el nivel de alcoholemia del ebrio.
La ropa es un complemento anatómico que permite correr más rápido y sentir menos el sudor. Hay calzados deportivos provistos de altos resortes que permiten caminar tipo citroen, etc.
Para lo que no se halló solución es para el "pecho frío". Es que el "pecho frío" no depende de un canon científico, sino pasional. Hay decenas de ejemplos que confirman esa teoría del tablón, irreductible. Según el hincha pasional, el "pecho frío" no puede redimirse. Fue, es y será "pecho frío". Podrá reconocer que un gol de su autoría salvó al club del descenso, o que ganaron el algun que otro partidito amistoso por una de sus diabluras, pero nunca podrá recuperarlo para que ocupe un lugar al lado de la jauría que cada fin de semana derrapa en el terreno de juego en busca de un buen resultado.
El "pecho frío" es ese jugador que tiene pinta de crack, pegada de crack, habilidad de crack, pero no alcanza a llenar todos los casilleros. ¿Por qué? Alguna teoría afirma que, además, el crack tiene que "llevar los colores" del equipo en el que juega.
Y ahí la ciencia no sabe qué hacer.
El doctor puede sanar un desgarro, un golpe certero en el muslo. El burro puede estafar viejitos/as indefensos/as, etc; pero... ¿qué hacer con el "pecho frío"?
Para estos casos, la ciencia todavía no tiene teorías sustentables. Eso no quiere decir que no se ocupen de él, pero la tímida verdad es todavía lejana. Algunos aseguran que la física cuántica tiene la respuesta, pero el desencantado hincha/jugador del Cartel no encuentra consuelo por culpa del "pecho frío" no quiere promesas sino soluciones...
Y ese es el mayor desafío qeu hoy tenemos los integrantes de este Glorioso Equipo Tachero, esos estudiosos cuyo destino en la vida es encontrar respuestas.
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